"Quizás sea aquella ventana alta y brillante", "Quizás sea esa ventana la que podría ser mía", una ventana desde donde medir los taxis y oler los geranios de los balcones, una ventana con las alas abiertas, una escafandra, una botella de oxígeno que no se me entorpezca en la garganta, una ventana y no más. Una ventana.
En las cartas de presentación pondré "Extraño con alma de taxi: me iré mañana, no te acostumbres demasiado o todo se convertirá en otra cosa". En las cartas de presentación pondré "Sólo para días señalados. No abusar del ruido". Así la puñalada no será trapera. Así las nanas tendrán el color de las nanas. Pondré "Buceador sin tubos: Suelo cambiar de color según la posición de la Luna. No te preocupes si dejo de respirar, forma parte de mi trabajo".
Después me podré vender por el precio que quiera. Podré prostituírme con estilo diciendo que no pasa nada, que sólo son diferencias culturales, a partir de ahí me haré de oferta, de reclamo, de recompensa y de premio a la mejor postora, a la mejor im-postora, para que me pueda doler algo cuando acabe, porque algo tiene que doler. Si no duele, ¿cómo voy a darme cuenta que soy de corcho?. Me haré un anuncio publicitario y me dedicaré a sonreír a las niñas que pretenden algo, me haré de cartón y serviré para hacer mudanzas de una piel a otra, y, mientras tanto, me dedicaré a hacer arquitectura con las piernas de mis amantes.
Después me haré caramelo y me dedicaré a derretirme en las bocas de los metros, después volveré a ser taxi y llevaré a la gente de un lado a otro para que conozcan mis Nortes, mis Sures, mis éstes y mis otros, para que me crucen la cabeza de un lado a otro con los poemas que no me tocan, con los poemas que se inventan para pretender una lágrima pasada, con una testosterona adormecida y tonta, con un mapa de los días anteriores. Después mi sabor cambiará de textura y se hará de otros hilos, hilos que se deshacen cuando se abren las ventanas.
Por encima de los puentes, cerca de la altura de los rascacielos, hacer guardia hasta que la familia de los ladrones canten victoria. Brindaremos con vino malo y tendremos resaca hasta las tres. Cantaremos himnos al buey de oro y nos expulsarán del Reino de San Santurrón, de San Turrón, patrocinador de las Navidades en familia. Nos excomulgarán, no podremos volver a casa y, a cambio, tendremos todas las casas del mundo para poder dormir de un modo secreto, detrás de cualquier ventana, en cualquier pecho de cualquier edificio, donde cualquier aliento sabe a gloria, entonces las mañanas serán largas y de lluvia. La próxima estación sigue mejorando. La próxima parada será en Venus.
"Cinco minutos más", las piernas enredadas y los cristales de las ventanas empañados, un reloj que da las noticias. Ella se despierta: -"¿tienes un cepillo de dientes sin usar?" - "Sí, tengo una caja de cepillos de dientes nuevos, coge cualquiera" - "Sólo quedan tres" - "Mañana compraré otra caja". "Oye, te llamo a ver qué haces esta noche". Ella se llamará de manera diferente, caminará de manera diferente, todo en ella será diferente. Normal. Pero yo ya me habré cansado de perder la calma y me dedicaré a escribir los números de teléfono con tinta mágica, de esa que escribes y después desaparece, después me dedicaré a perder direcciones y volveré a ser taxi: Respetando la tarifa te llevo más allá de la Luna.
Si algún día decides escaparte de casa, no me busques, pero si quieres dar una vuelta a ver mi nueva cocina, móntate y cierra por dentro.