Procuraba no pensar. Allí afuera estaba el sol mediocre y virtual de un Múnich a medias, donde no calentaba nada. Ni la cerveza, ni las mantas ni... ni el alma.
Procuraba cocinar regularmente. No sé, sería alguna manera de resucitarme. Otra manera de vudú. Sólo lo conseguía cocinando y escuchando un MP3 que me traje de casa. Aún así, ni el café me sabía igual.
Yo recordaba que, en realidad, yo era un patán. Un patán lleno de trucos de magia, de frases audaces y presuntas, un mamarracho de gusto exquisito y, a cambio... a cambio, cada treinta y cinco minutos alguien paseaba su perro delante de mi ventana. Eso era lo más excitante de las tardes. Yo quería decir "mierda", pero me salía "Scheiße".
Juan no estaba cerca. Ni Juan ni Bea. Ni Juan ni Bea ni Jose. Ni Juan ni Bea ni Jose ni Carolina.
Y así podría seguir hasta treinta y pico.
Resumiendo, me hice un croquis:
- Me intentaba recuperar a mí mismo.
- Ya no era un patán.
- Nadie estaba cerca.
- Me seguía intentando recuperar a mí mismo.
Recuerdo una vez en el Farándula, un bar legendario de Sevilla. Llegamos borrachos, algunos amigos y yo. Me apoyé el corazón en la barra. Recuerdo que la camarera me dijo con desprecio "Qué quieres, guapetón?" yo le dije "Tienes a Ella Fitzgerald?" - "No, aquí sólo se pone rockanrol" - ella se refería a la música, pero yo quería a Ella Fitzgerald. A Ella Fitzgerald de verdad. Cómo iba a venir Ella Fitzgerald a verme?. La camarera no me entendió. "Pues ponme una Cruzcampo".
Ayer en un restaurante vino un camarero impecablemente blanco. "Was hatten Sie gern?". Yo le respondí "Sevilla, bitte". No me comprendió. Arrugó la cara y dijo "Entschuldigung?". Dejé la carta en la mesa y me fui.
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