Clases de ballet

Todo iba pasando.
Poco a poco se iba haciendo la distancia para verle la forma al bosque. Suficiente. Alejando los dos puntos del plano, salía la sombra de un ciprés. Más o menos. Era como las enfermedades cuando las pasas. Se te olvidan. Como cuando subes con el Google Earth, que, al principio no sabes si es La Puebla o Morón, y después, más arriba, ves que es el sur de España. Todo toma forma. Como el café y el azúcar cuando no los mueves.
Haciendo de astronauta. Voy describiendo órbitas elípticas. Paso mis Primaveras, mis Veranos, mis Otoños y todo lo demás. Y me nievo en los polos. Orbitando alrededor de todos los demás. Poco a poco se iba restaurando el sistema. El Sol estaba allí y todas las lunas, allí. Lo demás eran clases de ballet. Mover las puntitas de los pies para que no se note cómo se mueve uno. Exactamente. El ballet es el toreo sin toro. Esa tristeza le da el valor sentimental al ballet. Y le quita toda la tragedia.
Bailando ballet para que no se note la órbita. Tengo el cuerpo señalado de ecuadores y paralelos, de latitudes y longitudes, de minutos y de segundos. Pasan dos estrellas fugaces. Me suenan. Circularmente, me tomo la trayectoria y el calendario. Van saliendo leyes. Puedo calcular la matemática de la próxima revolución. No tardará. Seguro.
Inviernos, Veranos y todo lo demás. Esta vez seré matemático.

Adoro a Viri y a Gina. Eso es otra historia.

Sonntag, 13. Juli 2008

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