Serían algo más de las dos cuando llamó a mi puerta. "Tienes un cigarrillo?" cejas arqueadas y cara de invierno. Fuera estaba cayendo el diluvio universal. Otra vez.
Me quedaban seis cigarrillos y era generoso. "Perdona, pensaba que estabas dormido. Yo no puedo dormir". "Qué te ha pasado?" Yo tenía una chimenea a medias y carbón nunca me faltaba, tenía una manta verde árabe que en realidad era una alfombra, pero era demasiado bonita para pisarla y también tenía una cajita donde guardaba los secretos que no se pueden contar a nadie.
"Creo que me he enamorado" empieza ella. "Hoy he vuelto a darme cuenta". Se había estado acostando regularmente con el mismo durante los últimos cinco meses. Desde que echaba en falta su ración de pasión semanal lo echaba de menos. Todo era muy complicado: nombres, fechas, bares, copas y fiestas. Yo asentía mientras me hacía cigarrillos de aquellos. "Tienes otro cigarrillo?" - claro. "Quiero algo más serio con él, pero él se distancia cada vez más. No quiere nada serio, pero dice que no podría verme sin querer estar conmigo más íntimamente". Él quería una amante en toda regla. Ella quería un un compromiso, un marido y un padre, todo en uno. Él se negaba y ella deshojaba lágrimas a las tres de la noche en el cuarto de un amigo.
"Ya sé que es difícil... pero piensa que es él el que se lo pierde. Por lo que te conozco eres una tía de puta madre, si supiera quien eres, no pensaría esas tonterías." "Tú crees" - claro. Ungüento de autoestima para almas desequilibradas, las heridas y dolores de una cosa que supuestamente se llama "Amor", desconsuelos de miel a la luz de la luna. Lamiéndose las heridas, con cara de otonio y mientras suelta humo, "... Deberíamos habernos enrollado nosotros..." - "... No" "Y porqué no?", "Esas cosas no funcionan. Si me conocieras no pensarías esas cosas y... tú eres demasiado de puta madre para un niniato como yo. Acabaríamos a punialadas y mejor así, no?". Y se hizo el silencio. Un silencio que no era mío, era suyo, mientras miraba distraídamente el marco de la ventana.
"Supongo que sí". Apagó el cigarrillo varias veces con cuidado. "Uf, qué tarde es. Oye, perdona que te haya molestado hasta tan tarde" - "No pasa nada, maniana duermo siesta y ya está, lo importante eres tú, vale?... mejor?" - "Ahora quiero dormir. Lo mismo maniana lo veo de otra manera. Gracias por haberme escuchado eh?" - "Venga, llévate mi paraguas, que no para de llover".
Cerré la puerta. Quedaba un cigarrillo, me lo fumé mirando el marco de la ventana, en un silencio que sí era mío, un silencio como un calzador que te mete en el cuerpo por tu propio peso. Fuera seguía diluviando. Me acordé que sólo tenía un paraguas y se lo había llevado. Lo mismo maniana escampaba. Si, a lo mejor, en invierno, sale el sol. Seré tonto.
Podría decir que me quedé mirando a través de la ventana, mirando caer la lluvia mientras pensaba en algo profundo sobre mi alma, la deriva de los mundos o los caprichos de los dioses, podría decir que saqué conclusiones transcendentales, verdades del alma y direcciones del destino... Pero qué va. Fui tan prosaico que me quedé dormido. Además bien dormido. Dormí tres horas y media y al día siguiente me puse como una sopa. Me tengo que comprar otro paraguas. Sí. Maniana, sin falta.
Las cosas
Publicado por Búfalo um 16:31
Etiquetas: Abenyusuf, Literaturas
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