Otras veces pasa lo contrario
autobuses trenes aviones sin parar
y seguro que sigues haciendo música
allí donde siempre sales dónde saldrás

Y siempre te montas en mi autobús
siempre estás al lado en el tren
mirando por la ventana del avión
en el salón de un piso alquilado

Tú siempre haces música

Montag, 22. September 2008

Charlestón

No me has dicho que me lees.
Te veo pasar por ahí, observando a las demás hormigas hacer sus habitaciones. Me distraigo viéndote la cara descuidada de estudiante, los pelos... así y los ojos conjuntados. Después repartes cervezas, risas humorosas y compinchadas, toda una sinfonía de fondo en la que se une la risotada, una pregunta íntima y un chiste, la puerta de un bar, cigarrillos.
Pero no me has dicho que me lees. Y yo bailando charlestón.
Y adónde te habrás metido la retahíla de tardes al sol y asomados a las cinco de la tarde entre clase y clase? y adónde te has llevado tus insultos graciosos?, y adónde te has guardado la miel?.
Estirando los días para que lleguen hasta maniana, alargando el cuello para que salga una nota en sol sostenido o en mi, apurando los cigarrillos para que ocupen menos, y aún no me has dicho que me lees. Serás taxista?.
Jugamos al vals, jugamos a los cromos, jugamos a tanguear flamencamente los tejados de nuestros amantes y detrás de una ventana de un piso alquilado... de quién son esos ojos? menuda fiesta para los sentidos, qué buena tapita para el pecho, verte conjuntada con un recorte público que habla de ti en medio del parque. Toda una satisfacción para el corazón.

Porqué no me brindas un "pom-pón" de tu corazón?
Porqué no me invitas a un chasquido de tu latido?
Tú mirando cómo me lees, y yo bailando charlestón
Y después pulsas la equis, y ya he desaparecido.

No me lo has dicho, pero sé que es así. Seguro que me lees y te sonríes. Seguro que te acuerdas y dices "no merece la pena". Seguro que ahora se te asoma a la boca media sonrisa y no dejas que salga entera. Seguro que pierdes dos segundos en pensar algo que no sabes exactamente.
No me has dicho que me lees. Y yo bailando charlestón.
Y hago así con las rodillas y con los pies. Ya medio me sale bien. Sólo me queda pintarme las pestanias, aún no estoy lista del todo.
Cuando lo haga bien, me contarás todos los dos segundos que perdiste?
Me encanta que no me olvides.
A mí también me encanta.

Dienstag, 16. September 2008

en andaluz

Cuántas veces habrás pensado en mí.
Ya no te digo cosas por teléfono ni te mando cartas, ya
cuando paseo yo tampoco me acuerdo sólo a veces
de las luces de las azoteas y de los gatos de los callejones
de los payasos que esconden la ciudad bajo sus zapatones, ya
en las cortinas de la prisa mira que no nos esperamos
como las personas que no recuerdan tengo el reloj
y todo es exacto como si ya fuera el día siguiente
tengo puntual mi balcón geranios que son como los cuadros
abrigos nuevos zapatos y bufandas como si me los hubieras regalado
y cuántas veces habré pensado en tí sin acordarme

pasa nada nada es triste ni patético tengo mi secreto
hago puentes para pasar hasta dónde pasará y entonces
mira que pasan trenes sobrados en el verde del hierro si los vieses
las esquinas y los callejones tienen gatos otros gatos por las azoteas
y otra vez vi un traje como el tuyo y el mío juntos se secaban
como la ropa tendida para vestir los buenos días en geranios
que se pintan en el retrato que te hice una vez y mira que te sigo haciendo
los homenajes de tinto delicadamente salvaje delicioso de tu piso
y en las fiestas no dejo de encontrarme
la Giralda

cuántas veces habrás pensado en mí cuántas veces
habré pensado en tí sin acordarme y no ha pasado nada
sin penas sin silencio duermo correctamente no es extraordinario
a la sombra que no es de olivo ni de pino la sombra que sólo la sombra
de las ventanas alquiladas que dónde estará el sol aquí lo llevo
en el bolsillo del pecho que viene el invierno dice la tele
y seguro que me has regalado sin querer una bufanda de alguna manera
y te habré regalado qué te habré regalado acaso una tarde
de las que se gastan como un paquete de tabaco a veces
me pregunto si habrás pensado en mí
alguna vez

Samstag, 6. September 2008

Indignado

Al Marqués del Pedigrí no le olían los pedos.
Claro, al no ser de campo, no distinguía la raíz del tronco de las hojas,
Desde su trono componía denuncias perfectamente estructuradas
Y se lavaba regularmente con agua caliente y jabón fragante.

Él era el Marqués del Pedigrí y se sabía todas las teorías
Discutía con los Doctores sobre la posición del bolígrafo
Y sobre cómo se reclinaban los griegos para comer uva,
El Marqués del Pedigrí era formidable excepto para todo lo demás.

No sabía cómo suenan los helicópteros cuando están de guardia,
Ni sabía cómo se sueña con la espalda chorreando de haber escapado,
Imaginaba sirenas de alerta y las vendía como si hubiesen sido
Y después de comer se lavaba los dientes.

En el otro lado del mundo estaba el otro lado del mundo
Y allí no llegaban los violines ni las flautas ni las tuberías de desagüe
El Marqués del Pedigrí pensaba que sufrir es romántico
Y por la noche dormía caliente e inquieto, pensando en sus cosas.

Mittwoch, 3. September 2008

Duckie Boy

Duckie Boy contaba historietas por las esquinas. Haciendo la patrulla a la hora de los búhos, observábamos a las universitarias insolentes mientras pedíamos otra ronda. Cenicientas, Caperucitas y Mataharis asomando la cola por el corral. Sacábamos los tambores, los violines y las trompetas, como los buenos piratas, y lo hacíamos mejor que Django Reinhardt. Menudas rondas. Uno era Einstein, otro tenía Ojos Negros y otro tartajeaba; otro era calvo, otra era Criminal, otro estaba gloriosamente vivo y Duckie Boy, con su acento coloreado en tinto, cantaba historietas por las esquinas. Menuda tripulación. A las tantas apurando los cigarrillos.
Poníamos el circo. Íbamos a las galerías de arte, le ajustábamos las cuentas a los periodistas y denunciábamos a la Literatura. A la Literatura inquisitorial, la vestida de negro, con gafas redondas y olor a tocino rancio. La de los sellos y los contratos. Tocando los violines hasta las tantas, y, en fila, la máquina del ataque al corazón atravesaba las piernas de Lisístrata, de Lilith o de Friné con un libro bajo el brazo, era fascinante dejarse vencer por una fiebre, era fascinante las dos de la madrugada, era fascinante esa cara de La Moneda que siempre cae de pie.
Duckie Boy se camuflaba detrás de su violín. Cantaba sus cuerdas y dejaba que los pollemas tronaran por los rincones de las bombillas de mercurio. Fue creciendo y creciendo y entonces, disimuladamente, Einsten se fue poniendo el turbante, Ojos Negros se hizo oficial y el tartaja se mandó por carta; el calvo ganó su liga, ascendieron a Criminal y otro sólo estaba gloriosamente. Y Duckie Boy se encendió un cigarrillo mientras le ponían otro tinto.
Por la esquina sonaba el tumulto de un puñado de niñatos asomando banderas, recitando el alfabeto, pero ya no estábamos para sacar conclusiones.
Ahora todo vuelve a ser mejor. Jodidos, alquilados y escuchando la radio, pero mejor. Ahora todo suena ligeramente épico y caduco, pero me juego una ronda a que si nos juntamos otra vez echamos abajo la ciudad. Por lo menos. Esto de ser patán no se quita ni con lejía. De alguna manera, no nos perdemos de vista, que es lo que cuenta. Nos mandamos abrazos por mail y nos prometemos que si no es en Navidad, será en Verano. Seguimos teniendo razón. Ahora Duckie Boy quiere ser ermitaño y yo estoy loco por otra ronda. En fin. Que si no es en Navidad, será en Verano.

Duckie Boy cuenta historietas por las esquinas. Afina la garganta y pone atentados los fines de semana. Apunta a los escotes, hace mesa limpia y se lleva una. Duckie Boy es un tío con suerte, aunque, por el camino, la gente lo mira mal. Ay, la gente.

Dienstag, 2. September 2008

Baúl

El señor del baúl no deja de observarme. Me susurra que llueve que llueve y mira a la ventana. En los charcos se pueden ver pisos de nueve plantas pero los coches siempre pasan por encima. Los parques ya están en invierno y qué confortable, dormir bajo una manta en invierno. Serviremos el té a las cuatro. Pondremos sillitas alrededor y serviremos el té. Sentaremos a la señora Conejo junto al señor Tornasol y también pondremos pastitas de plástico. El señor Tornasol prefiere café, así que su taza tendrá café. Y también mirará por la ventana. Y dirá que llueve que llueve como el señor del baúl.
El señor del baúl no sabe jugar a hacer el té. Él sólo mira a la ventana que llueve que llueve. Y yo no quiero que siempre llueva. La señora Conejo ya está cansada de tomar té. El señor del baúl duerme por las noches, y antes de dormir susurra que llueve que llueve. He hecho un dibujo que sale él, asomado por el baúl mirando a la ventana. En mi dibujo tiene una gorra. Y un abrigo. Que llueve que llueve dice. Y la ventana siempre tiene gotas de agua. La tetera. Al señor del baúl no le gusta el té. Y voy a dibujar una ventana para que el señor del baúl que he pintado la mire. En el dibujo, el señor del baúl también susurra que llueve que llueve. Le he puesto unos zapatos por si quiere salir.
Sigo guardando el teléfono de plástico que me regalaste. Está en la caja de los secretos. Algunas veces llama gente muy rara. Dicen cosas y yo digo que sí y después digo adiós. El señor del baúl se ha escondido otra vez. Nunca quiere mis regalos. Le voy a susurrar que llueve que llueve. Que llueve que llueve.
Que llueve que llueve.
Que llueve que llueve.

Montag, 1. September 2008

 
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