Duckie Boy

Duckie Boy contaba historietas por las esquinas. Haciendo la patrulla a la hora de los búhos, observábamos a las universitarias insolentes mientras pedíamos otra ronda. Cenicientas, Caperucitas y Mataharis asomando la cola por el corral. Sacábamos los tambores, los violines y las trompetas, como los buenos piratas, y lo hacíamos mejor que Django Reinhardt. Menudas rondas. Uno era Einstein, otro tenía Ojos Negros y otro tartajeaba; otro era calvo, otra era Criminal, otro estaba gloriosamente vivo y Duckie Boy, con su acento coloreado en tinto, cantaba historietas por las esquinas. Menuda tripulación. A las tantas apurando los cigarrillos.
Poníamos el circo. Íbamos a las galerías de arte, le ajustábamos las cuentas a los periodistas y denunciábamos a la Literatura. A la Literatura inquisitorial, la vestida de negro, con gafas redondas y olor a tocino rancio. La de los sellos y los contratos. Tocando los violines hasta las tantas, y, en fila, la máquina del ataque al corazón atravesaba las piernas de Lisístrata, de Lilith o de Friné con un libro bajo el brazo, era fascinante dejarse vencer por una fiebre, era fascinante las dos de la madrugada, era fascinante esa cara de La Moneda que siempre cae de pie.
Duckie Boy se camuflaba detrás de su violín. Cantaba sus cuerdas y dejaba que los pollemas tronaran por los rincones de las bombillas de mercurio. Fue creciendo y creciendo y entonces, disimuladamente, Einsten se fue poniendo el turbante, Ojos Negros se hizo oficial y el tartaja se mandó por carta; el calvo ganó su liga, ascendieron a Criminal y otro sólo estaba gloriosamente. Y Duckie Boy se encendió un cigarrillo mientras le ponían otro tinto.
Por la esquina sonaba el tumulto de un puñado de niñatos asomando banderas, recitando el alfabeto, pero ya no estábamos para sacar conclusiones.
Ahora todo vuelve a ser mejor. Jodidos, alquilados y escuchando la radio, pero mejor. Ahora todo suena ligeramente épico y caduco, pero me juego una ronda a que si nos juntamos otra vez echamos abajo la ciudad. Por lo menos. Esto de ser patán no se quita ni con lejía. De alguna manera, no nos perdemos de vista, que es lo que cuenta. Nos mandamos abrazos por mail y nos prometemos que si no es en Navidad, será en Verano. Seguimos teniendo razón. Ahora Duckie Boy quiere ser ermitaño y yo estoy loco por otra ronda. En fin. Que si no es en Navidad, será en Verano.

Duckie Boy cuenta historietas por las esquinas. Afina la garganta y pone atentados los fines de semana. Apunta a los escotes, hace mesa limpia y se lleva una. Duckie Boy es un tío con suerte, aunque, por el camino, la gente lo mira mal. Ay, la gente.

Dienstag, 2. September 2008

4 Comments:

Quacking-pingüino absort-minded visions said...

Una vez se ha probado las dulzuras del exceso...

Sidhartha pasaba página consciente de que la vida y la muerte suceden siempre en soledad: conocerlo todo, por obra de la batuta del capricho.

Pues eso, Duckieboy dejó el vino por el de su sangre; la sed se hizo brebaje para sorpresa suya.

Y el violín, sereno, lanza sus notas más altas, claras, precisas y certeras

Desde lo alto del pico del ermitaño...

(Gracias, Peter Pan, ¡menuda sorpresa!)

Unknown said...

¡Pero bueno! ¡Qué pasa! ¿Cómo no os dáis cuenta? Estamos creando una mitología a marchas forzadas. Estamos reciclando hasta el último de nuestros versos de La Moneda, estamos invirtiendo todas nuestras acciones en las cervezas que bebimos, las risas, los besos y las broncas. Los ausentes presentes, los presentes fantasmas, los amigos enemigos y los blogs como carpetas de ocho vidas, tres muertes y toda la eternidad.
Sevilla Sevilla Sevilla
Con una cuchara voy a comerme a todos tus poetas, a todas tus mentiras,
con cuchillo y tenedor...
Maldita literatura, ¡déjame en paz!
Déjame olvidar que os conozco, que tenéis nombre y no sólo pseudónimos, que esta gran patraña es en realidad una broma.
Y si no al tiempo.
Venga.
Un abrazo invisible.
Venga.
Ciao.
Os quiero.

Búfalo said...

Abenyusuf,
pongo tu abrazo en cuarentena, por primera vez, por el tono con el que has contestado.
No sé exactamente adónde apuntas, y creo que no apunto ni a pseudomitologías, ni a lagrimillas fáciles ni a hacer vudú a los que no estamos. Es más, creo que no necesitas ningún tipo de explicación, y mucho menos mía.

Es sano, después de tanto tiempo, sentir que me muerdo la lengua para no incendiarte el cuarto de baño.

Ganas no me faltan.

Abolengo.

He borrado tantas cosas en esta respuesta que la llenaré de silencio.






















Mamón.

Anonym said...

La típica historia del cazador cazado

 
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