Aterricé. Las noticias me
asaltaron diciéndome que debería preocuparme por el Omega tres y el
precio del solomillo a la castellana y yo, sacudiéndome la arena de
los pies. Aterricé. La resaca era salada, las camisas ya planchadas
y el sofá, un templo futurista como el Zen. Y después de la ducha
tuve que pasar la digestión con dos pitillos. Por lo menos. Y estaba
tan cansado que sólo sabía reírme mirando al techo.
La adrenalina me bajaba.
Aterricé. Y de la maleta salieron Agosto, cocoteros y una botella de
whisky de la marca Teacher's. Y un tsunami que no deja de
llover. Se me juntó el maletín con el incienso, los documentos con
las especias y las cartas del banco con el Goa Times y pensé
que mi ciudad era lo más parecido a un hospital, con sus luces, sus
enfermeras y su desinfectante.
Aterricé. Y haciendo la
filosofía de los imbéciles empecé a bostezar, para qué sirve
sacarle punta, si maniana me iba a enfundar el uniforme. Aceptaba lo
de ser imbécil. Por fin lo era.
Aterricé. Y la última que
saboreó el aroma de la sal fue la lavadora, cuando metí la ropa. Y
mientras pagaba facturas por internet rezaba por no haber pillado la
malaria. Papeles. Me tuve que perder el Viricumpleanios por
culpa del trabajo, pero el cielo de la boca aún lo tenía picante.
Resaca de canela y chile. Me fumé sus recuerdos y no tuve huevos de
hacer un resúmen para contárselo a nadie. Aún estoy aterrizándome,
dame tiempo, la digestión del tika masala no es ligera. Y,
haciendo la filosofía de los imbéciles, respondí un par de mails,
lo justo, tampoco hay que lucir la medalla del imbécil, no?. Pues
eso.
Que sacando conclusiones me
quedé dormido. Y detrás de la corbata no se ve el calor del verde.
Brindar solo no es una mala idea. Voy a tener que hacerme una sala de
trofeos. Será mejor que ver la tele. Fijo.
1 Comment:
Yo hace ya que acepte mi imbecilidad, si te soy sincera no sirve de mucho y menos si como yo aterrizas cada dos por tres con arena en los zapatos. La última vez dentro del sujetador apareció un cangrejo, tranquilo, no me pellizcó qué suerte la mía. Si a la próxima decides brindar con alguien avísame, que bajo la sombra de los cocoteros el whisky sabe mejor en compañía de una experta en aterrizajes forzosos.
Te prometo que te enviaré una postal de mi nuevo viaje…
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